domingo, 18 de diciembre de 2016
¿Qué papel desempeña el conocimiento científico de la realidad social?
Introducir significa acompañar a alguien hacia dentro de algo. En el idioma inglés, al presentar una persona con otra se utiliza el mismo verbo de origen latino (introduce), es decir, la palabra conserva en esa lengua la idea de que introducir es también poner en contacto y conocimiento a dos individuos que antes permanecían ajenos entre sí. En este punto radica, precisamente, la dificultad de una introducción. Se supone que quienes van a ser introducidos en algo que se llama ciencias sociales están fuera del recinto que los acogerá.
Por consiguiente, sería absurdo imaginar un auditorio que espera una introducción a las ciencias sociales y que al mismo tiempo es absolutamente ignorante de lo que significa el tema. Por el contrario, quienes se interesan por los métodos de la investigación social, de alguna manera ya están dentro de las ciencias sociales. Luego, una idea, aunque sea vaga, deben de tener acerca de la sociología, la antropología social, la economía, la etnología, la psicología, la historia y la lingüística, disciplinas que se mueven en el común ámbito de lo social, o que, mejor dicho, se desarrollan en el terreno de las llamadas ciencias sociales. Por ese lado, la introducción se facilita. Los estudiantes ya habitan en algún lugar, precario o sólido, del recinto de las ciencias sociales.
Ahora bien, los nombres genéricos como “ciencia” siempre se prestan a confusiones. Por un lado, existe una difundida imagen de la ciencia como sinónimo de ciencias naturales, en una versión positivista muy tosca, demasiado apegada a la convicción de que el conocimiento de lo real es idéntico a determinar la materialidad física y mensurable de los fenómenos. La imagen es muy antigua, proviene de la modernidad, por lo menos desde que Descartes estableció una estricta separación entre naturaleza y seres humanos y la distinción se afianzó con el modelo newtoniano de ciencia, entendida como el conocimiento de las leyes que rigen los sistemas estables y reversibles en el tiempo.
Por consiguiente, sería absurdo imaginar un auditorio que espera una introducción a las ciencias sociales y que al mismo tiempo es absolutamente ignorante de lo que significa el tema. Por el contrario, quienes se interesan por los métodos de la investigación social, de alguna manera ya están dentro de las ciencias sociales. Luego, una idea, aunque sea vaga, deben de tener acerca de la sociología, la antropología social, la economía, la etnología, la psicología, la historia y la lingüística, disciplinas que se mueven en el común ámbito de lo social, o que, mejor dicho, se desarrollan en el terreno de las llamadas ciencias sociales. Por ese lado, la introducción se facilita. Los estudiantes ya habitan en algún lugar, precario o sólido, del recinto de las ciencias sociales.
Ahora bien, los nombres genéricos como “ciencia” siempre se prestan a confusiones. Por un lado, existe una difundida imagen de la ciencia como sinónimo de ciencias naturales, en una versión positivista muy tosca, demasiado apegada a la convicción de que el conocimiento de lo real es idéntico a determinar la materialidad física y mensurable de los fenómenos. La imagen es muy antigua, proviene de la modernidad, por lo menos desde que Descartes estableció una estricta separación entre naturaleza y seres humanos y la distinción se afianzó con el modelo newtoniano de ciencia, entendida como el conocimiento de las leyes que rigen los sistemas estables y reversibles en el tiempo.
sábado, 17 de diciembre de 2016
- 14:23
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En un reciente trabajo, preparado por un considerable número de investigadores en didáctica de las ciencias, se reconoce no haber prestado hasta aquí suficiente atención a la tecnología en la educación científica (Maiztegui, et al., 2002). Es, se señala, «como si la expresión ciencia-tecnología designara un concepto único, asimilado por la educación científica, que hiciera innecesaria la consideración de cualquier aporte específico de la educación tecnológica».
En el mencionado trabajo se analizan críticamente las concepciones habituales acerca de las relaciones ciencia-tecnología y, a partir de ahí, se derivan algunas consecuencias para un planteamiento más correcto de la educación científica. El presente artículo se inserta en esa misma dirección. Nuestra época está reclamando una nueva visión de la educación científica, y parte esencial de ella es la comprensión de la unidad que existe entre las actividades científica y tecnológica (Valdés, Valdés y Macedo, 2001). Comenzaremos por eso insistiendo en las razones que hacen necesaria la dimensión tecnológica en la educación científica, y comentando breve mente algunas de las causas de la falta de atención a dicha dimensión.
Luego resaltaremos ciertos aspectos que pueden contribuir a mejorar la conexión de la enseñanza de las ciencias con la tecnología y con la vida, saliendo al paso, a la vez, a algunas concepciones extremas acerca de esta cuestión. Por último, intentaremos ilustrar las ideas.
- 14:14
- Unknown
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Hablar de ciencias sociales y diseño de la tecnología es referirse, hoy en día, a mundos opuestos, separados y hasta enfrentados. Sus relaciones están marcadas por la escasa falta de comunicación. En estos momentos, en los que la tecnologización de las modernas sociedades avanzadas es más que evidente y las ciencias sociales reclaman su cada vez mayor participación y trascendencia en todos aquellos aspectos de la acción humana así como la interdisciplinariedad es el emblema de la comunidad académica, sea cual sea su actividad, parece oportuno, por tanto, abogar por el acercamiento y posterior colaboración de estos dos ámbitos destinados irremisiblemente a entenderse.
Al hilo de estos planteamientos, este trabajo ahonda en la necesidad de establecer la necesaria conexión entre las ciencias sociales y el diseño de la tecnología, defiende la necesidad de diálogo y colaboración entre ambos campos disciplinares y muestra algunos de los elementos que desde las ciencias sociales pueden favorecer dicha relación. Advertir, sin embargo, que lejos de ser este trabajo un manual de instrucciones para poner en marcha tal colaboración, se trata, por contra, de aportar experiencias, reflexiones y análisis que diversos investigadores están desarrollando para poner en contacto el diseño de los artefactos y las ciencias sociales.
Sin ir más lejos y a modo de ejemplo, para la antropóloga Lucy Suchman, pionera en este área de trabajo, la necesidad de esta relación muestra hasta qué punto, necesitamos un programa de investigación interdisciplinar para comprender las prácticas sociales en las que se van a insertar las aportaciones tecnológicas 1 . Dicho de otra manera, el argumento definitivo para esta imperiosa cooperación es tan obvio como irrebatible, la tecnología la diseñan seres humanos para su propio uso y, en este sentido, necesariamente las ciencias sociales tienen algo que aportar en el proceso de diseño de la tecnología. A este respecto, las ciencias sociales pueden contribuir con perspectivas tanto teóricas como con técnicas de análisis hasta ahora muy desaprovechadas (incluso desacreditadas) en el ámbito del diseño de la tecnología.
Gracias a los esfuerzos de un grupo de investigadores que crece continuamente, esta situación está cambiando, y esto se demuestra en el incremento de las investigaciones que van ampliando las posibilidades de las ciencias sociales en este ámbito hasta ahora escasamente desarrollado .
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